¿Cómo
hacer justicia a las historias que definen a un pueblo? ¿Recrearlas, desafiarlas, manifestarlas? Los jóvenes de Teatro Trono remueven la
memoria boliviana de los movimientos violentos que fueron chispa para la
revolución que actualmente da vuelta a la realidad nacional. La lucha de los
jóvenes, tan personal como colectiva, en su arte callejero y en su trabajo
colectivo, es vencer a sus dudas frente a una responsabilidad tan gigantesca y
un dolor tan profundo, para transformar la memoria colectiva en acción creativa.
Una multitud en la calle grita mientras alzan la bandera boliviana. Fogatas arden y tres mujeres de pollera gritan enfurecidas. La policía reprime brutalmente. Los jóvenes del elenco Teatro Trono miran conmovidos mientras suenan los gritos de estas imágenes de archivo.
Una multitud en la calle grita mientras alzan la bandera boliviana. Fogatas arden y tres mujeres de pollera gritan enfurecidas. La policía reprime brutalmente. Los jóvenes del elenco Teatro Trono miran conmovidos mientras suenan los gritos de estas imágenes de archivo.
Después, los jóvenes
recuentan los eventos de octubre 2003, rememoran ver el poder desplomarse a sus
pies y asistir al ascenso de Evo Morales, un presidente que se ve como ellos.
También se estremecen al pensar en los saqueos protagonizados por sus vecinos.
De estos recuerdos emotivos y las ideas de los videos de archivo, surge la creación
colectiva y caótica de una obra de teatro. Con su director Iván y usando improvisaciones experimentales con video proyectado,
reflexionan sobre su identidad y su rebelión. Orientan todo hacia una gira de
la obra que saldrá en sólo 10 días.
En un colorido centro cultural hecho de
puertas y ventanas recicladas, los
jóvenes van creando su obra, poniéndose en los lugares de sus vecinos y
padres. Deciden usar íconos de su cultura, como mineros y cholitas, para
representar a los caídos en 2003. Maya es la Cholita Revolucionaria, una mujer andina que viste pollera tradicional,
y Tintín es el Yatiri, un brujo, y los demás son migrantes que se
enfrentan con discriminación constante y poco a poco crean una ciudad que se
rebelará contra un sistema y un gobierno opresivo.
Seguimos de cerca a Maya y a Tintín, ambos
de 20 años. Viven con sus padres en El Alto. Obviamente toman mucha inspiración
de la tradición en que se criaron, y está claro que llevan esta inspiración en
una dirección original. Maya ayuda a su madre a pelar papa, pero lo hace a 10% de la velocidad de
su madre, y en lugar de la falda andina tradicional se viste de una remera
estampada con “El Alto Rock”. Sin embargo, todas las noches Maya hace de
cholita, se pone literalmente en la ropa de su madre. Tintín, por su parte, cuenta a su padre que está actuando como yatiri en la última obra de su elenco.
Le interroga el padre, dudando: ¿Sabes vos actuar de brujo? El padre le pasa
los nombres de las sagradas montañas que tiene que invocar, y en el reflejo de
sus lentes vemos sus picos nevados aparecer animados. Entramos a la animación
para ver una cordillera blanca: una montaña se convierte en mujer, la
Pachamama, que alza su falda para que salgan mineros de abajo. Estos se ponen a
construir la ciudad de El Alto. A un lado de esta ciudad, vemos la construcción
de un edificio colorido a partir de basura.
En este edificio, el centro cultural, el
elenco se da cuenta de que tienen poco tiempo, y la presión es enorme: osan
representar a los muertos y a este momento tan importante en su historia. Su
exuberancia juvenil y emoción creativa también les juega en contra: no pueden
dejar de hacer payasadas, como Iván les reta. Queda poco tiempo, y en su
nerviosismo recuerdan que no han sido siempre entendido por sus públicos. Esta
dispersión y duda, por suerte, se desvanece frente a una invitación para
públicamente reconstruir el golpe de estado que llevó el país a la última
dictadura hace 30 años. Se dan cuenta de que de nuevo encarnarán a los muertos,
ahora en lugar de los víctimas de octubre 2003, serán los desaparecidos de la
dictadura en el centro de La Paz.
Tintín es el líder natural, y él
dirige el performance-manifestación que conmemora el golpe de
1980. Es un éxito conmovedor, pero a pesar animar al grupo con este
performance, él sigue con sus dudas propias: mientras improvisa una
conversación con su personaje, el Yatiri,
revela sus vacilaciones acerca de actuar en la gira – dudas prácticas de
responsabilidades (trabajo, escuela, otras actuaciones) y dudas de su capacidad
de representar a este brujo muerto. Decide no acompañar al
grupo en la gira…
Maya, sin embargo, sigue con sus compañeros,
y hacen shows en el camión en Cochabamba y Oruro, dando todo para sus públicos.
La gente está impactada por este arte espectacular, pero Maya desafía a sus
compañeros para que se empujen más. En privado y en público sopesa las
fortalezas y debilidades de su arte, y reflexiona sobre cómo llegaron a ser
jóvenes alteños participando en un movimiento político-creativo de liberación
de cuerpos, ideas y pueblos. Y duda de su éxito. Reconoce que la gira fue
deslucido, y ve una conexión sólo parcial con sus públicos y su pasado.
Todos los jóvenes, empujados por su director Iván, reflexionan y critican su gira
insatisfactoria mientras ven proyecciones de sus públicos. Se reúnen con
Tintín, que parece que lleva todo este tiempo aprendiendo de su personaje, y
juntos deciden cambiar de táctica, ir al extremo con intervenciones
interactivas, como en su conmemoración del golpe. Se visten de los íconos de
las clases populares, mineros, sastres y cholitas,
y individualmente entran en espacios públicos sin dar aviso, preguntando a
desconocidos qué es la patria para ellos, pidiendo memorias de 2003.
Después, juntos en la plaza central del
país, enfrentados con la policía y otros manifestantes, reclaman justicia para
los víctimas a voz alta, incluso criticando a su respetado presidente Evo por
su falta de acción.
Cargando tantos movimientos espectaculares pasados, y tantas
expectativas de su propia cultura milenaria, estos jóvenes luchan para
encontrar y proyectar una voz con identidad propia, con ecos del pasado empujando
hacia un futuro más justo. ¿Se les
escuchará?