Desde el principio, la idea ha sido estar abierto y transparente con el proceso creativo de esta película: que los protagonistas, el equipo y incluso el público sepa el por qué y el cómo de cada paso.
Con cualquier proyecto, a lo largo de los años se desdibujan las intenciones y razones iniciales mientras el proyecto cobra vida propia, crece carne y hueso, demanda alimentación para su crecimiento independiente. Más que parir, como se suele decir, me parece que hacer un proyecto creativo es como criar. Tal vez criar un monstruo. Y bueno, hay que tomar en cuenta las particulares capacidades y deseos del monstruo, pero también darle tus valores humanos y personales.
Es una mutación constante, y tengo que constantemente replantear estos valores frente a un nuevo monstruo. Cada día estoy más consciente de lo delicado y explosivo que son estos temas: identidad, memoria rebelión, intervención, represión, muertes que andan por las calles reclamando justicia.
La identidad de los jóvenes protagonistas es quizás tan cambiante y conscientemente proyectada como milenaria y inconscientemente manifestada. Y podría decir lo mismo para la identidad de esta película. O de mi propia identidad panamericana-anarquista- artista-________.
Siempre me parece bien alumbrar la inconsciencia, por eso sigo escribiendo estos blogs a pesar de que relativamente poca gente los lee, por lo menos por el momento. Un ejercicio en transparencia radical, en publicar lo que quiero que sea el film antes de que lo sea. Originalmente quería que la película sea una expresión de las intersecciones entre el espectáculo político y la política espectacular (siempre con Trono). Cuando los Tronos no se interesaban tanto por eso, acordamos explorar la historia de los movimientos sociales de esta última década a través de una obra y una gira. Resultó que se interesaban más que nada en El Alto, sobre todo su fundación y la Guerra del Gas. Al entrar en el rodaje, nos dimos cuenta de que estos eventos y su representación se basan en la identidad.
La creación de El Alto fue una épica migración de mineros y campesinos a una ciudad en construcción (no me canso de decir que es la capital indígena de las Américas – y que su importancia pasa prácticamente desapercibida en el mundo… pareciera que “indígena urbana” fuera imposible de concebir). La Guerra del Gas fue una explosión popular, de rebelión con tinte indígena-urbana cómo nunca antes se había visto en Bolivia… y nos llevó en gran parte a Evo y a la actual configuración política y social.
Ahora los jóvenes quieren proyectar esta identidad de “movimientos” (migraciones y manifestaciones) por medio de su obra, su gira, y sus performance-manifestaciones, tal como proyectan sus sombras en la calle o su personaje en la pared para dialogar con él. Es decir, es una identidad que arman y moldean y enmarcan conscientemente con la idea de impactar. Una identidad en movimiento. Y una identidad que quieren instrumentalizar para crear movimientos de liberación y justicia.
Me pregunto, ¿logran crear estos movimientos? ¿o es “sólo” espectáculo? Pero, a la vez me pregunto ¿cuánto importa? Estos jóvenes logran formar-proyectar una identidad única basada en la pública expresión creativo-crítico, apuntada a liberación y justicia.
Si llegamos hasta ahí con esta película, será un éxito.
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